viernes, 14 de agosto de 2015

3530100 Perspectiva 1.

 “Se esfuerza por no morir el hombre que ha de morir. Y no se esfuerza por no pecar el hombre que ha de vivir eternamente”. San Juan de Toledo.

Si algo no tenemos en este mundo es perspectiva de vida eterna. Todo es inmediatista, veloz, y busca una gratificación ¡ya! La velocidad en la que vive el mundo es asombrosa, una velocidad sin dirección alguna.
En el siglo XVI cuando Lorenzo Scúpoli escribió su obra “El combate espiritual” el hombre buscaba a Dios, y sabía que Él es Perfecto y Santo, por lo tanto el combate era obvio, para llegar a vivir eternamente en Dios debemos: resistir en un combate que nos lleve a la perfección, con el fin de llegar a ser un mismo espíritu con Él, que según palabras de Scúpoli: “Es la mayor hazaña y la más alta y gloriosa empresa que puede imaginarse”.
Hoy en el siglo XXI después de varios siglos donde la humanidad se ha esforzado en sacar a Dios y la vida eterna de la ecuación. Estos supuestos con los que Scúpoli trabaja ya no están tan claros. Vivimos en una época oscura, donde la mayor hazaña y la más alta y gloriosa empresa que puede imaginarse es: ser famoso, único, auténtico, vivir en el placer, ser rico, prospero, o vivir en un bienestar absoluto y ser feliz. El hombre que orbita sobre su ombligo es incapaz de ver las estrellas y hacerse las preguntas existenciales que tan claras se planteaba el hombre hace más de dos mil años ¿Cuál es el sentido de la existencia? ¿Qué hay más allá de la vida? ¿soy creatura? ¿Hay Creador? Por ello esta serie de escritos están dirigidos a aquellos que creen que Dios existe y que envió a su Hijo único para salvarnos Jesús quien murió por nosotros y resucitó para darnos vida eterna. Para aquellos cristianos que están dispuestos a combatir por unirse a él, por lo verdadero, lo bueno y lo bello. Para aquellos que son capaces de levantar su mirada más allá de sí, vencer su comodidad y luchar hasta vencer en Aquel que ya venció.

3530000 Combate espiritual

Nuestro mundo se esfuerza por imaginarse sin Dios, canta los mantras de la autosatisfacción, de la autonomía, de la autosuficiencia y de la autorrealización. Nuestro mundo grita: ¡placer!, ¡libertad!, ¡prosperidad! y ¡felicidad!, pero lo grita de espaldas al único que puede proveer en verdad estas cosas, lo gritan de espaldas a Dios, negándole, y negando así todo lo espiritual. 
Es un mundo dedicado a lo sensorial, al artificio, al lucro y a lo inmediato. Dejándose arrastrar por ofertas engañosas, que lo único que hacen es alejarles de la verdad y de Dios. Un mundo que se sitúa en clave egoísta, que hace que cada quien vele por lo suyo. Sus propios intereses, así el único sentido que encuentra el egoísta para agruparse es el utilitarismo puro y duro, corriendo tras de la realización de su utopía personal, donde palabras como “bien común”, “servicio”, “sacrificio”, “entrega” son al parecer provenientes de una lengua muerta pues no se entienden y mucho menos se apropian.
Pero el mundo ha tenido siempre estas propuestas, claro está no con la intensidad, la frecuencia y el poder que dan las nuevas tecnologías, un mundo cada vez más pequeño, donde todo aparenta estar a la mano.

La respuesta del hombre ante la realidad contemporánea no puede estar en el vacío, la nada, el individualismo y la indiferencia. El hombre para que despierte a esta realidad lo primero que debe es convencerse que está en un combate, un combate espiritual.