miércoles, 19 de abril de 2017

Día 1. Prepararse para Pentecostés - Despierta!



Bendito sea Dios Padre que nos envía por su Hijo Amado Jesús al Espíritu Santo que nos dirige y guía. Hemos vivido la Semana Santa, el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo. ¡Jesucristo ha resucitado! y pronto cumple la promesa de enviarnos su Santo Espíritu, para que esté con nosotros y nos guíe en unión con su Santa Iglesia. Vamos a realizar un itinerario de 40 días en los que buscaremos preparar nuestros corazones como Templos para la llegada del Espíritu Santo, nos llenaremos de Dios y de su Palabra, pues él nos prometió desde tiempos de Ezequías que nos enviaría su Espíritu Santo. «Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes.» (Ez 36,26-27)

El Espíritu Santo de nuestro Señor Jesús nos quiere preparar Él mismo para recibirlo en Pentecostés. Nos proponemos en estos días previos a Pentecostés, realizar la mejor preparación que podemos hacer de nuestra parte.

Contemplemos que gran amor nos tiene el Padre para que lleguemos a ser hijos de Dios y hermanos de Cristo, más todavía, que lleguemos a ser miembros vivos de Él. Como Cristo está en el Padre y el Padre en Cristo, así nosotros estamos llamados a ser uno en Dios. Cristo en nosotros y el Padre en Cristo, para que seamos perfectamente uno. El Padre envió a nuestros corazones el Espíritu Santo, que es también el de Jesús, a fin de que como hijos de Dios nos conduzcamos por el Espíritu de Dios.

Para ello debemos desterrar y renunciar al adormecimiento, a la dejadez. Y abrir nuestros oídos y corazones a la Gracia de Dios que santifica.



viernes, 14 de agosto de 2015

3530100 Perspectiva 1.

 “Se esfuerza por no morir el hombre que ha de morir. Y no se esfuerza por no pecar el hombre que ha de vivir eternamente”. San Juan de Toledo.

Si algo no tenemos en este mundo es perspectiva de vida eterna. Todo es inmediatista, veloz, y busca una gratificación ¡ya! La velocidad en la que vive el mundo es asombrosa, una velocidad sin dirección alguna.
En el siglo XVI cuando Lorenzo Scúpoli escribió su obra “El combate espiritual” el hombre buscaba a Dios, y sabía que Él es Perfecto y Santo, por lo tanto el combate era obvio, para llegar a vivir eternamente en Dios debemos: resistir en un combate que nos lleve a la perfección, con el fin de llegar a ser un mismo espíritu con Él, que según palabras de Scúpoli: “Es la mayor hazaña y la más alta y gloriosa empresa que puede imaginarse”.
Hoy en el siglo XXI después de varios siglos donde la humanidad se ha esforzado en sacar a Dios y la vida eterna de la ecuación. Estos supuestos con los que Scúpoli trabaja ya no están tan claros. Vivimos en una época oscura, donde la mayor hazaña y la más alta y gloriosa empresa que puede imaginarse es: ser famoso, único, auténtico, vivir en el placer, ser rico, prospero, o vivir en un bienestar absoluto y ser feliz. El hombre que orbita sobre su ombligo es incapaz de ver las estrellas y hacerse las preguntas existenciales que tan claras se planteaba el hombre hace más de dos mil años ¿Cuál es el sentido de la existencia? ¿Qué hay más allá de la vida? ¿soy creatura? ¿Hay Creador? Por ello esta serie de escritos están dirigidos a aquellos que creen que Dios existe y que envió a su Hijo único para salvarnos Jesús quien murió por nosotros y resucitó para darnos vida eterna. Para aquellos cristianos que están dispuestos a combatir por unirse a él, por lo verdadero, lo bueno y lo bello. Para aquellos que son capaces de levantar su mirada más allá de sí, vencer su comodidad y luchar hasta vencer en Aquel que ya venció.

3530000 Combate espiritual

Nuestro mundo se esfuerza por imaginarse sin Dios, canta los mantras de la autosatisfacción, de la autonomía, de la autosuficiencia y de la autorrealización. Nuestro mundo grita: ¡placer!, ¡libertad!, ¡prosperidad! y ¡felicidad!, pero lo grita de espaldas al único que puede proveer en verdad estas cosas, lo gritan de espaldas a Dios, negándole, y negando así todo lo espiritual. 
Es un mundo dedicado a lo sensorial, al artificio, al lucro y a lo inmediato. Dejándose arrastrar por ofertas engañosas, que lo único que hacen es alejarles de la verdad y de Dios. Un mundo que se sitúa en clave egoísta, que hace que cada quien vele por lo suyo. Sus propios intereses, así el único sentido que encuentra el egoísta para agruparse es el utilitarismo puro y duro, corriendo tras de la realización de su utopía personal, donde palabras como “bien común”, “servicio”, “sacrificio”, “entrega” son al parecer provenientes de una lengua muerta pues no se entienden y mucho menos se apropian.
Pero el mundo ha tenido siempre estas propuestas, claro está no con la intensidad, la frecuencia y el poder que dan las nuevas tecnologías, un mundo cada vez más pequeño, donde todo aparenta estar a la mano.

La respuesta del hombre ante la realidad contemporánea no puede estar en el vacío, la nada, el individualismo y la indiferencia. El hombre para que despierte a esta realidad lo primero que debe es convencerse que está en un combate, un combate espiritual.